Cuando empezaron a arreciar las críticas hacia los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el Comité Olímpico Internacional se defendió argumentando que no se debía mezclar el deporte con la política. Nos dicen que no nos preocupemos de lo que ocurre en China y que disfrutemos relajadamente desde nuestros sofás del espectáculo deportivo y lúdico de las olimpiadas. A través del cuento Yo, un lápiz; Leonard E. Read nos muestra como una multitud de personas colaboran para lograr fabricar un producto. Son millares de personas que ni se conocen ni nunca han tenido contacto entre sí pero juntos logran fabricar un lápiz a pesar de que ninguno de ellos lo podría hacer en solitario. Todos colaboran sin tener en cuenta su color de piel, sus ideas políticas, su aspecto físico o incluso sus modales. Es muy probable que si se conocieran no se hicieran amigos ni quisieran tomar unas cañas juntos.
Y el consumidor cierra la cadena adquiriendo el lápiz si le resulta útil para su tarea y si tiene un precio adecuado. Cuando lo compra desconoce la raza, la religión, el sexo, la belleza o las ideas políticas de las miles de personas que han participado. ¿Siempre? No. Hay determinadas ocasiones en las que la moral del consumidor rechaza lograr una ventaja propia si es a costa del sufrimiento de otras personas. La ética personal de muchos hace que rechacen productos a pesar de ser más ventajosos y baratos si eso supone contribuir a una situación injusta.
Una de esas ocasiones se produjo durante el régimen del aparheid sudáfricano cuando sus productos fueron boicoteados debido a la discriminación real existente. Para la opinión público supuso un fuerte impacto conocer las condicionales laborales de las empresas textiles que fabricaban para grandes marcas como Nike. Esto supuso que las compañías occidentales se implicaran en la mejora de la situación de sus subcontratadas por temor a un descenso de las ventas.
Hay ocasiones en que no podemos cerrar los ojos ante la mano invisible sino que debemos preguntarnos con que colaboramos cuando compramos productos. Las ventajas que esa invisibilidad produce incentivando la mejora y la meritocracia mientras condena la discriminación, se torna en perjuicios si olvidamos el respeto a los derechos humanos.
¿Cómo podemos boicotear los juegos olímpicos? ¿No viendo sus retransmisiones o no comprando sus productos? No. La dictadura china hubiera seguido vendiendo sus productos aunque no hubiese albergado los juegos olímpicos. La celebración de las olimpiadas ha permitido que el problema del Tibet, de la censura de internet, de la persecución religiosa, la pobreza de las zonas rurales y la falta de libertad haya acaparado mucho más espacio en los medios de comunicación. Incluso este blog de denuncia de la situación China podría no haber existido.
Lo que busca el régimen despótico es reconocimiento internacional, y eso es precisamente lo que no les debemos dar. Hay que mostrar a los chinos, incluidos los que viven en el exterior, que no deben sentirse orgullosos por la realización de unos juegos que han costado mucho más de lo presupuestado o por una niña con la cara más redonda que otra. Podrán sentirse orgullosos y tendrán nuestro reconocimiento cuando logren que su país viva en libertad respetando los derechos humanos.
2 comments:
La viñeta, impagable. El post, demoledor. Felicidades.
Así que vais a demostrar a los chinos, especialmente a los que viven en el exterior, que no deben sentirse orgullosos de sus juegos porque han costado más de lo presupuestado y porque a una niña cantante, gordita, se le permitió prestar su voz pero no su imagen en la inauguración… ¡Jajajaja! Suerte con vuestra tarea pedagógica.
Ahora hablando en serio. Esto tiene que ser de coña. ¿No será Olímpico Desprecio otro de esos fakes de Red Liberal?
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